Hay acciones que todos hacemos automáticamente sin entender por qué. Por ejemplo, ¿te has dado cuenta de que sueles abrir la puerta a otras personas? ¿O te has parado a pensar por qué aparcas el coche al lado de otro vehículo, aunque haya muchos sitios libres? Si haces estas cosas y no sabes realmente por qué, deberías aprender cómo las explican los científicos y entender la lógica que hay detrás de los siguientes 9 comportamientos, porque cada ley o acción tiene una explicación interesante...
Observa el siguiente fenómeno común: Cuando conducimos por una ruta conocida, el volumen de la radio puede ser alto y si la gente habla a nuestro alrededor no nos molesta, pero cuando no sabemos dónde estamos ni cómo llegar, bajamos automáticamente el volumen o incluso apagamos la radio y silenciamos a todos los que nos rodean. El Dr. Steven Yantis, profesor del departamento de psicología y neurociencia de la Universidad Johns Hopkins de Maryland (EE.UU.), ha demostrado que cuando centramos nuestra atención en escuchar, somos menos conscientes de la información visual que recibe nuestro cerebro. En su opinión, por eso deberíamos conducir en silencio de todos modos, que tenemos menos posibilidades de perdernos.
No hay persona en el mundo que no mueva las manos mientras habla (a menos que esté ocupada con otra cosa) y esto es perfectamente normal. Según el profesor Andrew Bass, de la Universidad Cornell de Nueva York, nuestro impulso a movernos mientras hablamos o conversamos es producto de los procesos de desarrollo que ha experimentado la humanidad a lo largo de los años. Los científicos que controlaron el modo en que las redes neuronales del cerebro nos ayudan a movernos y hablar, relacionaron los movimientos de las manos al hablar con el gesto que hace un bebé cuando le hablan.
Te sonará gracioso, pero si te fijas, descubrirás que es cierto y que te ha pasado más de una vez. Este comportamiento se explica por el hecho de que los seres humanos somos criaturas intrínsecamente sociales, y como tales solemos seguir la corriente: el fenómeno del "rebaño", como se le llama, significa que nuestro proceso de pensamiento es: "si esta persona ha aparcado aquí, debe de ser el mejor sitio".
Rob Henderson, asistente de investigación de la Universidad de Yale, en Connecticut, analizó estudios sobre este tema y describió varias razones del fenómeno de la "manada": la primera se debe a la popularidad. Como cultura, tendemos a pensar que las cosas que son populares son buenas. Cuando a otros les gusta algo, tomamos un "atajo mental", como dice Henderson, y decidimos que debe ser bueno sin probarlo nosotros mismos. La segunda razón es el instinto humano de permanecer unidos, que solía ser clave para nuestra supervivencia.
Los aseos públicos no son un lugar agradable, aunque estén muy limpios y pulidos. La necesidad de preservar nuestra intimidad, incluso cuando estamos en público, es un tema delicado, y a la mayoría de la gente no le apetece compartir su espacio personal con los demás (a menos que no les dé vergüenza, lo cual es raro). Por eso, las probabilidades de ver a dos hombres utilizando los urinarios más próximos entre sí son bastante reducidas.
Este es uno de los datos más extraños de esta lista y contradice bastantes estudios que son utilizados por muchos anunciantes que comercializan productos diciendo que son ediciones limitadas, o que hay escasez de producto por exceso de demanda. En un estudio de 2011, los científicos Daniel A. Effron y Dale T. Miller, de la Universidad de Stanford (California), examinaron la cuestión entre personas que trabajaban en grandes organizaciones de suministro de alimentos y descubrieron que los participantes tendían a no coger el último trozo de pizza, el último donut o incluso el último chicle que se les ofrecía porque consideraban que no tenían derecho a hacerlo.
Los expertos llaman a este fenómeno "difusión del derecho", porque las personas que ven que puede haber una deficiencia esperada de un producto básico, no exigen ni consumen el último artículo para no convertirse en los que crean la deficiencia.
Según una encuesta publicada en los medios de comunicación británicos, los hombres prefieren recorrer una media de 3,2 kilómetros más al mes, siempre que no tengan que pedir ayuda o indicaciones, mientras que sólo el 6 por ciento de los hombres dijo no tener ningún problema en pedir ayuda. El psicólogo Mark Goldstone intentó explicar las razones de este hecho, y en su opinión los hombres no piden ayuda para navegar porque temen no sentirse masculinos si admiten que se han equivocado o que no conocen el camino, y también porque no quieren parecer nerviosos por estar perdidos.
Probablemente este hecho no te sorprenda, pero pregúntate por qué las mujeres no se sienten así. Resulta que hay algunos rasgos más que hacen que este comportamiento sea más común entre los hombres, el primero es que prefieren aprender por ensayo y error antes que por enseñanza directa. El segundo es que tienen el impulso de "vencer" los problemas por sí mismos, y sin duda es posible que se trate de un remanente de comportamiento que puede vincularse a los días del hombre antiguo.
Desde pequeños nos enseñan a abrir la puerta a los demás porque es de buena educación, pero ¿hay algo más que nos impulse a hacerlo, aparte de nuestro deseo de ser amables? Los científicos creen que sí. En un artículo publicado por Joseph Santamaria y David Rosenbaum, dejan claro que mientras mantenemos la puerta abierta a los demás, reducimos el esfuerzo colectivo del entorno, es decir, la persona a la que hemos sostenido la puerta no ha tenido que invertir energía innecesaria en esta acción. Cuando se trata de un solo caso puntual su efecto es nulo, pero cuando todos lo hacemos como sociedad, y otros actos similares, creamos una conservación de tiempo y energía preciosos e importantes.
En el fondo, como seres humanos, nos consideramos racionales a la hora de gastar dinero: a pesar de las tentaciones de todos los artilugios y aparatos de última generación que nos hacen derrochar dinero innecesario, seguimos eligiendo nuestras compras en función del precio y la calidad que nos convienen. Por eso la gente prefiere no comprar los productos más caros o más bien los más baratos. Otra razón se deriva del hecho de que los seres humanos no estamos atascados en "caro = mejor", mientras que un producto podría tener un precio bastante alto, la calidad podría no ser lo que querríamos o esperaríamos.
Cabe señalar que es un comportamiento perfectamente lógico elegir el producto intermedio, pero es importante señalar que los vendedores son conscientes de ello y por eso suelen mostrar productos similares uno al lado del otro, siendo uno muy caro y el otro más barato; en la mayoría de los casos los clientes compran el producto barato a menos que se ofrezca un producto intermedio, entonces se suele elegir el intermedio.